La última obra maestra de Stanley Donen es un defensa del aspecto lúdico del amor.
«Dos en la carretera» está protagonizada por Mark (Albert Finney) y Joanna Wallace (Audrey Hepburn), una pareja que afronta una grave crisis matrimonial. Durante un viaje en automóvil por la Riviera francesa recorren su vida en común, tratando de encontrar el momento en que la relación comenzó a deteriorarse. Hace doce años se había conocido por los mismos parajes y habían comenzado un peculiar recorrido en autoestop plagado de anécdotas.
Stanley Donen es uno de los grandes de la historia del cine. Autor de clásicos imperecederos como «Cantando bajo la lluvia» (1952), «Siete novias para siete hermanos» (1954) o «Charada» (1963) entre otras. Sin embargo son muchos los aficionados que consideran «Dos en la carretera» también una de sus obras maestras y razones no le faltan.
Donen tiene la capacidad de retomar algunos de los temas ya presentes en el clásico «Viaggio in Italia» (1954) de Roberto Rosellini y llevarlos a los parámetros del cine de Hollywood y lograr un producto primoroso en la estructura, el ritmo y la puesta en escena.
«Dos en la carretera» es una «road movie» en la que fusiona la comedia romántica con una reflexión sobre el matrimonio y sus obstáculos. El film expone el trayecto vital de dos personas usando para ello la metáfora de un viaje en automóvil. La estructura del film se articula en «flashbacks» que comienza el día que los protagonistas se conocen en un viaje en barco. El incidente que conecta a ambos personajes es la pérdida del pasaporte de él que se convertirá en un «leit motiv» constante. Un elemento que siempre es recuperado por Joanna y que, de alguna manera, es una metáfora del carácter indisoluble de su relación.
Los diferentes viajes que se ven simbolizan las diferentes etapas en la relación amorosa de los protagonistas. Y cada uno de esos viajes tienen lugar en parajes similares y en todos les pasan sucesos parecidos. Es así porque Donen quiere destacar el paralelismo y el contraste, quiere hacer comparaciones que nos permite ver y analizar la evolución de los personajes.
El guion, la puesta en escena y el montaje es tan brillante y está tan bien compenetrada que el resultado es redondo. Una obra que se complemente a las mil maravillas con la sensible partitura de Henry Mancini y las extraordinarias interpretaciones de Audrey Hepburn y Albert Finney.
El film defiende el aspecto lúdico del amor. El amor es una elección personal. Una idea constante en el cine de Donen en la que defiende la importancia de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Su final, con el coche que se divide al cruzar la rotonda y luego se vuelve a unir tras regresar a la carretera, no puede ser más simbólico.