John Ford rodó en 1956 «Centauros del desierto«. Para unos, el más incomprendidos de sus western, para otros el más brillante.
Mucho se ha debatido sobre su estructura en la que los primeros 45 minutos son una película y el resto, casi hasta el final, son otra. Una primera mitad que es un auténtico prodigio narrativo, en el que se cuenta más por lo que se sugiere que por lo que ocurre. Y en en esa primera mitad de la película en donde se encuentra una de mis escenas favoritas de la cinta: la famosa escena del capote.
Os pongo en situación. En 1868, tres años después de la guerra de Secesión, Ethan Edwards (John Wayne), un hombre solitario, vuelve derrotado a su hogar. Allí viven su hermano y la mujer de este, Martha (Dorothy Jordan). Todos recordamos el extraordinario plano de apertura de la cinta, con Martha abriendo la puerta de su casa, como un libro que se abre.
Marta mira al horizonte y ve a un hombre acercándose a caballo. Toda la familia lo identifica: es Ethan. Desde ese momento, Ford nos va desvelando a través de detalles puramente visuales la historia de amor del pasado entre Ethan y Martha.
Al día siguiente se ve obligado a salir, acompañando a un grupo de rangers, en busca de una tribu comanche. Y es en este punto cuando tiene lugar la famosa escena del capote.
Ford nos presenta un plano fijo del salón en el que vemos al capitán reverendo Samuel Johnston Clayton (Ward Bond) tomando un café.
Cuando se lleva la taza a los labios mira a su izquierda y Ford muestra que es eso que ha llamado la atención del reverendo: Martha acariciando el capote de Ethan. Ford regresa al plano fijo inicial con Samuel Johnston Clayton (Ward Bond), conocedor de la historia de amor fallida, mirando hacia otro lado. Una mirada vacía mientras que a su espalda Martha le entrega el capote a Ethan mientras este la besa en la frente y se va. Ella le sigue hasta la puerta y lo ve alejarse.
En pocas ocasiones, la economía expresiva alcanzó un grado tan sublime de refinamiento. En esos dos planos nos muestra el amor que ambos sienten en dos detalles: la mano que acaricia una prenda de una manera que sólo puede hacer una persona enamorada o ese beso en la frente.
Os dejo aquí la escena para que la disfruteis.