«Matar a un ruiseñor» (1962), dirigida por Robert Mulligan y basada en la novela homónima de Harper Lee, ganadora del Premio Pulitzer, es una de las grandes obras maestras del siglo XX. Una obra de una cautivadora belleza, una especie de cápsula del tiempo que guarda los valores éticos y morales que deberían regir el devenir humano.
La película narra la historia de Atticus Finch, un abogado viudo que vive con sus dos hijos, Scout y Jem, en el pueblo ficticio de Maycomb, Alabama, durante la época de la Gran Depresión. Atticus acepta defender a Tom Robinson, un hombre negro acusado falsamente de violar a una mujer blanca, enfrentándose al racismo y la injusticia que imperan en la sociedad sureña.
La película está narrada desde el punto de vista de Scout, la hija menor de Atticus, que junto con su hermano y su amigo Dill vive aventuras infantiles mientras descubre el mundo adulto y sus contradicciones. Uno de los personajes más misteriosos e intrigantes es Boo Radley, un vecino recluso que nunca sale de su casa y que despierta la curiosidad y el temor de los niños.
Precisamente esta perspectiva infantil dota a la película de una enorme sensibilidad y de una delicadeza pocas veces alcanzada en el cine sin caer nunca en la sensiblería.
“Nunca disparar a un ruiseñor, es el único pájaro que no actúa por interés o por hacer daño, el dedica su vida a cantar para hacernos felices, sin esperar recibir nada a cambio. Así que lastimar o perjudicar a un ser inocente, sería como matar a un ruiseñor”.
Atticus Finch encarna los valores que todos desearíamos tener: integridad, confianza, talento, valentía o aplomo, además de amor, cariño, respeto y devoción por sus hijos y para ayudar a sus vecinos. Finch representa la voz de la humanidad civilizada frente a las injusticias propias del racismo, tan arraigadas en los estados sureños de la época. Peck, uno de los más grandes actores del cine americano, conforma aquí una interpretación mayúscula. El actor y el personaje se fusionan en un sólo ser. Todos querríamos tener un padre como Atticus Finch.
«Matar a un ruiseñor» tiene escenas memorables, como el discurso final de Atticus ante el jurado, el momento en que los negros del pueblo se ponen de pie para honrarlo cuando sale del tribunal o el encuentro entre Scout y Boo Radley al final.
La película tiene una fotografía en blanco y negro fabulosa, una música emotiva compuesta por Elmer Bernstein y unas actuaciones magistrales.
Esta película, basada en la novela homónima de Harper Lee, que ganó el premio Pulitzer en 1961, es considerada una de las obras más importantes de la literatura estadounidense.
La película fue un éxito tanto de crítica como de público. Ganó tres premios Óscar: mejor actor para Gregory Peck, mejor guion adaptado para Horton Foote y mejor dirección artística. Logró otros cinco premios: mejor película, mejor director para Robert Mulligan, mejor fotografía para Russell Harlan, mejor banda sonora para Elmer Bernstein y mejor actriz secundaria para Mary Badham como Scout.
Matar a un ruiseñor es una película que nos hace reflexionar sobre la condición humana, sobre el bien y el mal, sobre la tolerancia y el respeto.
Es una película que nos enseña a ponerse en el lugar del otro, a no juzgar por las apariencias, a defender la verdad y la justicia. Es una película que nos invita a no matar a los ruiseñores que hay en nuestro interior y en nuestra sociedad, esos seres inocentes que solo nos dan alegría con su canto.